carta escrita de abajo hacia arriba

Hace mucho que había deseado escribirte, te puedo asegurar que ya había olvidado como hacerlo. Aunque el tiempo son como los dados y nuestro corazón sea una mesa de parques, ten por seguro que mi mente puede ser una escalera y las manos que me están delatando, un hombre que sube y baja por esta, seguro en ese ejercicio de subir y bajar escuché un timbre sonar, se emocionará aquel hombrecito que no le importara llevarse algunos cables por delante, es que todo allá arriba es un embrollo, es difícil salir de ese enrede que ya de ser mi maravillosa mente.

En todo caso, te confieso que hace un año que había deseado escribirte. Siempre que pienso en ti, me dan calambres, espasmos por los brazos, hasta tos. Lo sé, es raro. Incluso, todo comienza a ir más rápido, como cuando uno va en bicicleta alcoholizado, ¡Que loco conduce así! Aquí hay uno y lo declaró con orgullo. Marchas deprisa pero todo va tan lento, el viento le roza a uno el cabello que parece un efecto de estática dominar el aura, cómo se le olvidan las cosas a quien va así, sin preocuparse por chocar con alguien u algo.

La única manera que al parecer he descubierto de vencer a la ley de la relatividad, es el amor en grandes dosis de ansiedad y melancolía. Por consiguiente, quisiera decir que veo mariposas y que cuando me encuentro con tu sonrisa espiandome en la cama a la hora de dormir, mi rostro se contenta. Lo sé, créame que me veo como un idiota, pero no me crea, es una alegría desgraciada. Fatal, porque cuando miro a la izquierda y la derecha, y usted no está, comprendo que soy un fantasma y no hay una pócima que me la vuelva a traer a mi lado.

Que cama tan vacía, que oscuridad hace, no puedo compartirla contigo, es doloroso. A veces cuento mis dedos, empiezo por el dedo meñique; uno, dos, tres, cuento hasta cuatro, y es el dedo pulgar el número cinco. La palma de mi mano está abierta y veo todo con una claridad telescópica, estoy solo, no te tengo, no es necesario que me lo recuerdos.

Mi pobre hombre come bombones sobre un escalón de mi imaginación, está en su hora de descanso, así que va contando los días como un carcelero, suspirando, agachando los hombros, así que es por ello que mi cabeza ya no me produce cortisol ni pensamientos felices. Mi pobre hombre ya le cuesta trabajar y hasta comer, los espejos ya le dan miedo y no duerme, parece que le cuesta mucho.


Han dicho que yo nunca seré yo, que ya se me olvidó mi nombre, que yo por amar a ciegas me arrepiento sin consentimiento, pero a mi que me importa. Dicen que el amor es lo único que salva, y a mí aunque ya no me salve, quizá el puesto vacío que deje al abandonar los lugares que visito, le sirva a otro, a uno más oportunista que yo, a uno con mejor suerte.

Yo soy más de la muerte, más de aburrirme, más melómano y más idiota, me gusta cruzar mis piernas y esperar y esperar y esperar y esperar alguna suerte, salgo con chicas, trato de divertirme, le pongo buena ropa a mi cadáver, le explique hace mucho que nunca seríamos felices y ahora soportamos más la vida que otros tipos, puedo ser amigos de lunáticos, asesinos y cretinos que fuman hash, y todos ellos aprender lo bueno, me paro en las esquinas tomo la libreta como si fuera antidepresivo y escribo, cuando paso largas temporadas sin hacerlo, entro en conflicto y procedo a buscar una forma de suicidio.


Es inoportuno que empiece de una forma y termine en otros conceptos pero me gusta hacer esto, cada vez que soy herido vengo aquí, cada vez que una chica me rompe en mil fragmentos, este es el taller donde vengo a pegarlos, espero que en el día de mi muerte yo sea perdonado, no por Dios, que sea perdonado por la poesía, ya no se que es lo que hago.
Ayer quería morirme, hace un año claramente, lo que nadie sabe es que este que escribe pudo haber muerto y yo solo vivo por el como un impostor experiencias humanas de las cuales no disfruto ni la mitad, solo queda por pensar que no me interesa la eternidad solo ser convincente a la hora de aceptar mis derrotas.


Yo iba escribirte algo mejor, querida girasol, donde nos encontremos ahora, en el piso de arriba o en el de abajo, o donde nos encontremos mañana, tenga presente que nunca he renunciado a vos, pero aún así como tú te lo permites, yo puedo elegir donde estar, y yo elegí abajo, debo confesarte que aquí abajo huele feo, todo es más triste y te duele mucho la cabeza, te recomiendo que no vengas a verme por acá, y que continúes tu vida, yo seguiré la mía, tan patética y correcta para otros, tu continua, como siempre he dicho, aunque mil golpes te detengan, que el sol siempre te cuide.

He aprendido amar a mi manera, estoy en mi mejor momento, tengo mucho que contar y nadie me detendrá. Los cuentos y los poemas no se escriben solos, lastimosamente hay que caer bajo para entender los conceptos pero hay una recompensa, estoy seguro que tantos años viviendo entre cuadernos tienen su requisición. En unos años cuando cumpla mis objetivos les daré una patada en la cara a todo el mundo, los que no creyeron.

Deja un comentario